Octubre de 2015, recordaremos esta fecha, como aquella ocasión en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a sembrar las dudas sobre el perjuicio que nos ocasiona consumir determinados alimentos con un comunicado alarmista que sitúa en el punto de mira la carne roja y procesada, a las que ha incluido en el Grupo 1 de riesgo de contraer cáncer, situándose al mismo nivel que el tabaco o el amianto.
El anuncio de la OMS tenía lugar durante la mañana, cuando muchos estaban en el mercado o carnicería de confianza llenando la cesta de la compra con lo habitual para hacer su puchero, su cocido o estofado del día. En ese instante cabía plantearse varias opciones: ¿desalojo la cesta de la compra y en su lugar la lleno de verduras y legumbres, que de momento no parece que supongan un ataque a la salud sino todo lo contrario, me hago vegetariano y me olvido de la carne para siempre, o hago mi compra con normalidad y con sentido común, analizando con sosiego y sin alarma la información lanzada?.
Nosotros optamos por esta última posibilidad y en este post queremos analizar con más detalle el comunicado de la OMS y contrastarlo con otras informaciones.
OMS: los puntos débiles de su comunicado
Este tipo de anuncio por parte de la OMS no es nuevo, recordemos que ya le tocó el turno a alimentos como los huevos, el aceite de oliva o el pescado azul a los que se demonizó como muy perjudiciales para la salud y ahora, por el contrario, tienen la consideración de ser muy recomendables en nuestra dieta. Esto nos hace plantearnos si de verdad este Organismo vela por nuestra salud o hay de por medio ciertos intereses económicos que inclinan la información a uno u otro lado de la balanza.
Veamos qué puntos flacos encontramos a la información vertida por la OMS:
- El primero de ellos es que como hemos apuntado se trata de un comunicado alarmista, precipitado que no ha medido consecuencias y que como ya se ha visto en otras ocasiones es probable que sufra rectificaciones sucesivas, aunque para entonces el daño ya estará hecho.
- Otro punto débil de la comunicación de la OMS es que resulta poco precisa cuando habla de productos cárnicos procesados ya que mete en el mismo saco las salchichas tipo Frankfurt, las hamburguesas e incluso hasta el jamón ibérico o serrano que tan preciado es por sus efectos positivos para la salud.
- Resulta un comunicado incorrecto en cuanto que habla de procesados sin distinguir entre procesos industriales y “naturales”. Y es que una cosa está clara, no podemos comparar las hamburguesas elaboradas para conocidas cadenas de comida rápida con las que hace Mariscal ya que en nuestro caso, la carne seleccionada es de primera calidad y los conservantes, potenciadores del sabor y colorantes brillan por su ausencia. Y, ¿cómo puede incluirse en esta categoría de carnes procesadas al jamón cuando el único proceso que sigue es la cubrición con sal y su curación colgado de un gancho?…
¿Evidencias o conjeturas?
No hace mucho que un artículo publicado en una de las revistas más prestigiosas sobre Nutrición como el American Journal of Clinical Nutrition afirmaba que “la mayor parte de lo que comemos causa cáncer o al menos los estudios realizados los han asociado en algún momento al riesgo de padecerlo”.
Pruebas concluyentes que evidencien afirmaciones como la de la OMS no existen. Lo que sí se ha comprobado es que todos los excesos son perjudiciales y que una dieta moderada y variada, con productos frescos y de calidad, es la mejor apuesta que podemos hacer por nuestra salud.
Comer carne: el origen de nuestra inteligencia
Para terminar con nuestro análisis no queríamos dejar fuera un interesante artículo sobre “El origen de la inteligencia humana”, según Arsuaga, publicado en Aceprensa por Carlos A. Marmelada. El debate sobre el origen de la inteligencia humana es un asunto sin resolver pero hay interesantes hipótesis que abordan el tema. Algunos científicos sugerían que un cambio en la dieta de los homínidos, introduciendo el consumo relativamente abundante de carne, habría dado lugar a cerebros más grandes en los que habría podido comenzar a emerger la inteligencia. Con lo que una alimentación rica en grasas animales y en proteínas permitía un aumento progresivo del volumen cerebral, y con él un desarrollo progresivo de la inteligencia.
En España esta tesis ha llegado al campo de la divulgación científica de la mano del último libro de Juan Luis Arsuaga: “Los aborígenes. La alimentación en la evolución humana”, una obra que insiste en la idea de la emergencia natural de la inteligencia humana a partir de la expansión del cerebro posibilitada por el aporte energético que proporcionaría el consumo de carne.
Una evidencia es que el cerebro es un órgano muy caro de mantener ya que en un hombre adulto requiere un 20 % del gasto energético total de su cuerpo y en el momento del nacimiento el cerebro llega a consumir hasta el 60 % de la energía corporal. Otros como Aiello y Wheeler insisten en que esto no quiere decir que el cambio de dieta produjera automáticamente un aumento del tamaño del cerebro; pero sí que era necesario que nos hiciéramos carnívoros para poder ser inteligentes.
En definitiva, somos libres de suponer cuanto queramos, pero sí que debemos de distinguir un escenario evolutivo hipotético de una verdad científica firmemente establecida. Estamos convencidos de que se puede trabajar más para conseguir hábitos de alimentación saludable, pero no creemos que la manera de conseguirlo sea lanzar mensajes alarmistas que nos abstengan de consumir por completo determinados alimentos, porque todos, en pequeñas dosis, tienen sus beneficios para la salud y aquello de “comer de todo (variado) un poco (moderado)” viene a ser una máxima mucho más acertada.
Todas las carnes, incluidas la carne roja y el jamón, consumidas con moderación contienen proteínas de excelente calidad, vitaminas y minerales tienen múltiples beneficios para nuestra salud que no deberíamos desaprovechar.